Miércoles 25 de diciembre - Qué tan inclinada está la Torre

Si estás en Navidad en Italia, ¿dónde querrías pasarla? ¡Obvio, en Pisa! Así que tempranito, nos tomamos el tren hacia la ciudad de la torre y llegamos a eso de las 9:30, porque a las diez teníamos la entrada ya comprada para subir a la famosa inclinada.

Caminamos hasta el Campo di Miracoli, dejamos las mochilas en el guardarropas (no te dejan subir con ningún bulto), y a las 10:15 estábamos comenzando a caminar por esa escalera que en una vuelta te tiraba para la izquierda y a la otra a la derecha, una de las cosas más locas que vivimos.

 

 

  

 

Y al bajar, no pudimos resistirnos a la tentación (sí, ya sé, ya sé, por años veía las fotos de los idiotas que se ponían a sacarse fotos con las manos en el aire simulando que empujaban o sostenían la torre, pero uno es de carne y hueso y no creo que volvamos a regresar a Pisa, así que…) y nos sacamos treinta y dos fotos sosteniendo, empujando, pateando y haciendo todas las idioteces necesarias con la perspectiva de la torre.

 

 

Curiosidad al margen, con cualquier smartphone con control de estabilidad, si uno le saca una foto a la torre sola, todo bien, sale adecuadamente torcida; pero si en la imagen aparece otro edificio, por ejemplo, la Catedral, ¡la endereza! ¡la cámara del celular endereza automáticamente la torre!
De ahí nos fuimos a almorzar a un restaurante que nos recomendó algún blog que había leído por ahí, pero ¡it`s a trap! La Trattoria del Borgo fue bastante mediocre, aunque, a decir verdad, el mediodía de Navidad tampoco había mucha oferta gastronómica abierta disponible.

Caminamos por la ciudad vieja de Pisa, cruzamos el Ponte di Mezzo fumando un toscano y nos volvimos en tren a Florencia.

 

 

Cenamos las sobras de Nochebuena (como corresponde en cualquier lugar del mundo) y nos fuimos a tomar unas cervezas (Francisco tomó agua, por si preguntan) a una cervecería copada que había a una cuadra del hotel. Más tarde Caro quiso volver al hotel, entonces Pablo, Naty y yo salimos a caminar por Florencia, en la última noche de la ciudad más hermosa del mundo, ya lo había dicho, ¿no?